No fue una victoria gloriosa del Madrid, en absoluto. Que conste que este triunfo se mide por su importancia en los números, no en las letras. El líder ganó como otras veces, dejándose jirones del traje. Más que vivir bien, podríamos decir que sobrevive con comodidad, destrozándose el vestuario. En cierto modo, el Madrid necesita invocar al desorden para que su mundo se ordene. Por esa razón se expresa mejor en los contragolpes, cuando la teoría importa poco. Por eso le agradan los partidos extraños: los que entrega al principio y recupera al final, cuando ya le dábamos por perdido.
De nada se puede culpar al Recreativo. Falleció de muerte natural, porque es natural que el Madrid te mate y es inevitable que lo haga con un jugador más. Su verdadera oportunidad se deslizó entre el gol de Martín Cáceres y el empate de Raúl, en doce minutos de oro. En ese tramo el Madrid fue suyo y el universo también.
No exagero. La insistencia del Recre dejó de ser anécdota a los cinco minutos para convertirse en un mérito a los diez y en una proeza a los quince. Y aún continuó después de ponerse por delante en el marcador. Hay pocos equipos capaces de asfixiar al Madrid tanto tiempo. Hay que ser valiente para intentarlo y hay que ser bueno para conseguirlo. No hay membrillos en Primera. Hay depresiones: montañosas y psicológicas.
El gol que premió el dominio del Recreativo lo marcó Martín Cáceres desnudando el peor defecto del Madrid: la falta de concentración. Martins sacó una falta desde la banda izquierda y el balón alcanzó el segundo palo lanzando besos, sin que nadie fuera capaz de evitarlo, tampoco Casillas. En ese punto, Martín Cáceres remató a placer. Sergio Ramos, su marcador en la jugada, no llegó a reaccionar.
Crisis.
El error de Sergio Ramos confirma una percepción antigua: no está bien. Arrastra molestias físicas y quizá otras que ignoro. El asunto es grave porque esos achaques se transmiten directamente al equipo, que se queda como una selva sin Tarzán, como un jardín botánico. Si Ramos no funciona, el Madrid, por su dibujo asimétrico, pierde más que un defensa: renuncia a una banda y a un espíritu.
No es casualidad que Ramos fuera expulsado por un codazo innecesario. Es costumbre entre los defensas protegerse de los delanteros, ya sean pequeños o gigantes, soltando un brazo, siguiendo la filosofía militar de los ataques preventivos. El problema surge cuando el contrario no se achica y sacrifica los pómulos por0 el bien común. Eso hizo Sinama, que hoy no podrá afeitarse.
La expulsión de Sergio Ramos ocurrió apenas tres minutos después de que Beto viera la tarjeta roja. En este caso el pecado del portugués fue enzarzarse con un argentino en general y con Heinze en particular. Se repartieron ambos y pagó Beto, como es natural.
El primer impulso fue pensar que Iturralde había ejercido la ley de la compensación, ya que es bien conocido que los árbitros suelen enmendar un asesinato con otro. Además, Iturralde es un personaje ligeramente sobreactuado (valga la contradicción) al que los gestos ya le hacen sospechoso. Si encima se acompaña de Rafa Guerrero, la combinación es altamente inquietante. Por esa influencia cometió su principal equivocación: Raúl estaba en fuera de juego cuando empató el partido. Me dirán que equivocarse es humano y lo acepto. No es mala fe, es vocación. Si Rafa Guerrero es el juez de línea más enfocado por las cámaras es porque es un actor en busca de papel.
Iturralde no volvió a equivocarse y tuvo ocasión. Acertó con el color de las tarjetas, especialmente cuando expulsó a Quique Álvarez por una entrada tan salvaje como la que destrozó la pierna de un jugador del Arsenal hace una semana. Si Robben salvó los huesos fue porque no había clavado la pierna izquierda en el césped o porque un día ayudó a una dulce viejecita a cruzar la calle.
A Quique Álvarez, que llevaba sólo cinco minutos sobre el campo, le corresponde una parte bastante grande de la derrota del Recreativo. Eso se lleva a casa: la culpa, la sanción y el alivio de que Robben se retiró caminando.
El heroico gol de Raúl recuperó al Madrid. El capitán se jugó la belleza en un cabezazo que otros hubieran despreciado y Sorrentino le hizo pagar la valentía con un doble puñetazo al mentón. Imagino que un ejemplo así es imposible que no cale entre sus compañeros. Ese es el otro valor de Raúl dentro de un equipo o una Selección, dicho sea sin mirar a nadie.
Tampoco piensen que fue un resurgir imperial. Pareció más bien un desperezarse. El Recreativo se quedó sin aire y el líder adelantó dos pasos. De fútbol, ni hablo. Sin Guti, el Madrid es un equipo alarmantemente plano. La razón, expuesta muchas veces, es que el club ha renovado mil veces su armario sin contratar a un solo centrocampista con verdadero talento, que los hubo y los habrá: Gerrard, Lampard, Ballack... Siempre Guti, sólo Guti. Y sus circunstancias.
El análisis de otras posiciones resulta desigual. Los centrales funcionan porque Cannavaro y Heinze tienen oficio para montar una escuela. Gago no sorprende y Diarra ni lo intenta. Más arriba, Robben se ha vuelto a atascar a la puerta de nuestras expectativas y Drenthe es un jugador indescifrable, capaz un gran pase o de tropezar consigo mismo.
El último arreón de la primera mitad todavía fue para el Recreativo, favorecido por su centro del campo. Camuñas y Martins se impusieron en ese terreno. En esos minutos finales, Sinama peinó un pase desde la derecha y el remate botó cerca de un poste. Poco después, la jugada necesitó de la intervención divina de Casillas. Sinama chutó a bocajarro y el portero se sacó el balón de encima como si fuera una avispa.
Despiste.
El Madrid puso más interés en la segunda mitad, es cierto, pero siguió medio desmadejado. Si otras veces hemos apuntado a Schuster el estilo ágil del equipo, esta vez hay que responsabilizarle del atasco y del desconcierto a balón parado. El Recreativo burló todas las cajas fuertes que se dibujan en un pizarra, con un gol, con un córner y con un par de tiros libres ante los que el Madrid no se dignó a levantar una barrera.
Las expulsiones cayeron como goles y por eso la roja a Quique Álvarez sonó a sentencia. El líder mejoró con la entrada de Pepe, pero no terminó de dar el salto definitivo hasta que Robinho saltó al terreno de juego.
Schuster se lo pensó mucho porque el muchacho sale de una lesión muscular y porque el Roma está a la vuelta de la esquina. Así que le invitó a pasar cuando faltaba un cuarto de hora, casi como en Cádiz, cuando debutó Pelé, ustedes recordarán.
Y el efecto fue inmediato. Con el Madrid volcado y revuelto (Diarra ejercía de media punta), Robinho se adjudicó un balón que parecía perdido. Su golpeo reunió todos los requisitos, pero el más importante fue la confianza, el sentimiento de superioridad. Cuando eres estrella hay que pegarla con el ego. La pelota fue un proyectil junto a un palo.
Prueba de que el Madrid no está para alardes es que sufrió contra nueve. Hasta que Robinho volvió al rescate con una vaselina. Martins defendió el honor con un trallazo y ahí terminó todo. El Madrid es líder con cinco puntos de ventaja y el Recreativo se ha metido en el pozo. Es verdad: la realidad supera la ficción.
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