domingo, 16 de marzo de 2008

Luis Fabiano, rey del gol


Arrancó el partido con los dos equipos muy activos en la medular, moviendo y tocando el balón, aunque mucho mejor el Sevilla que ya a los cinco minutos se podía haber adelantado, pero el máximo artillero de la Liga, Luis Fabiano, decidió ser egoísta y no ser generoso con el desmarque de Kanouté.

Poco le importó al brasileño, porque en el minuto diez, sacó petróleo de un planchazo de Marchena a Kanouté y marcó un golazo de falta directa. Su vigésimo primer tanto en esta Liga. Cuando un jugador está en racha, cualquier balón que toca puede hacerlo gol.

Al filo de la media hora, con un Sevilla automatizado, dominador y que utilizaba sus bandas, llegó el segundo gol. Tras una jugada de Jesús Navas en la banda, centra a Keita y el disparo de este, rebotó en Luis Fabiano batiendo a un sorprendido Hildebrand. Su segundo tanto lo había conseguido con el muslo.

El Valencia entró en una apatía a la que ya nos tiene acostumbrados, pero hay que recordar que hace tiempo que el conjunto ché no tiene una semana tranquila. Aún así vivía de las individualidades de sus hombres franquicia, Silva y Villa. A veces se unían al club Mata y Baraja ayudados por la defensa sevillana, que demostraba un partido más, que era la línea más débil del equipo.

Desesperación

Con el equipo roto, Koeman se desesperaba en el banquillo, porque veía que los de Nervión se iban a por el tercero y jugaban a sus anchas. Era algo inevitable por lo visto en Mestalla. Los locales han entrado en una dinámica negativa, juegan sin frescura y con un fútbol muy previsible.

El descanso no fue ningún alivio para ninguno de los dos equipos, porque el Valencia quería que el partido terminara ya y el Sevilla, aunque quería más, podía haber dado por cerrado el encuentro. La segunda parte se espeso en juego y espíritu. Con el paso de los minutos el Valencia se hundió en sus miserias.

El Sevilla quitó el pie del acelerador y aún así dominaba el encuentro a sus anchas. El público de Mestalla no sabía si irse, quedarse, enfadarse o llorar de pura impotencia. Es algo comprensible, han visto pocas victorias en los últimos cuatro meses. En la previa dijo Koeman que él había ganado más que nadie de sus jugadores, pero como entrenador ché no podrá sacar mucho pecho con tres victorias en 16 partidos.

Tirar de casta

Aún así, el Valencia es un club con pedigrí y creó alguna ocasión de peligro. Cierto es que se mereció el gol del honor porque el Sevilla se encerró en su campo y se echó a dormir. Pero sabían los andaluces que el partido estaba en su mano aunque los cambios del Valencia le dieron otro aire en la segunda mitad. Joaquín llegará tarde a las charlas, pero un extremo como él juega como vive, con cierta libertad, sin cadenas.

El héroe de la noche, Luis Fabiano, se fue a desganas del campo porque quería llevarse el 'hattrick' a casa pero cierto es que lo tuvo gracias un preciso pase de Diego Capel, pero Hildebrand salvo 'in extremis'. Una pena porque era uno de los escasos puntos de atención del encuentro.

En el minuto noventa Albiol recortó distancias en un córner donde Adriano no salió con el resto de la defensa y dejó al valencianista sólo. Algo es algo, porque los últimos veinte minutos fueron muy descafeinados. Lástima que la mayor parte del público se hubiera ido ya.

A estas alturas de temporada gracias al defenestrado Quique el Valencia puede soñar aún con jugar la UEFA porque si Koeman hubiera dirigido el equipo toda la temporada posiblemente estarían luchando por el descenso. Las estadísticas no engañan y el juego tampoco; oscuro, como su futuro. Mientras el Sevilla se contento por los tres puntos, por tener al máximo goleador de la LIga y por saber que ya está en los puestos de la Liga de Campeones.

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